Al leer a Javier Caraballo en El Confidencial me siento sorprendida por sus críticas al Gobierno andaluz, ya que éste sólo propicia el uso de la comunicación inclusiva a través de un Plan de Igualdad de la Educación o la modificación del Himno, que pertenece al pueblo.
No veo ninguna estupidez en usar un sustantivo colectivo en el himno de
Andalucía, que es popular. Todo lo contrario, cualquier iniciativa de mejora lingüística debe tener amplitud de miras. El problema no está en las normas de la Lengua, porque éstas también se basan en el uso o desuso de las palabras, el problema está en el androcentrismo del lenguaje.
El androcentrismo es una visión del mundo que sitúa
a los hombres siempre en el centro de todo. Por ello el lenguaje es sumamente
masculino cuando hablamos "en general". La visión androcéntrica y su degeneración lingüística, llevan instauradas en nuestra sociedad siglos y no se pueden erradicar si no es con pequeñas
acciones del día a día, y otras de más enjundia, como la implantación del plan
de igualdad en educación para Andalucía, que es justo y necesario, tanto como lo es la lucha contra el fracaso escolar.
El lenguaje se aprende de la familia y en la
escuela, no es un hecho biológico. No todos hablamos el
mismo idioma, ni le damos el mismo valor a las palabras en todos los lugares.
La lengua es algo cultural y además hablamos tal como pensamos, de ahí
que no concuerde en casi nada con el artículo. Ya que si el lenguaje tiene
muchos defectos en la estructura y el contenido es porque está impregnado de
androcentrismo y esto es lo que estamos intentando corregir. No siempre vamos a cumplir las normas si éstas no se ajustan a la realidad social.
La obsolescencia de nuestra querida
RAE
Por otro lado, creo yo que si el Gobierno Andaluz
ha consultado a la RAE, sólo denotó profesionalidad y lo único que ha hecho
es contar con las altas instancias de nuestra Lengua. Si el Gobierno erró en otras cuestiones, como todos los gobiernos, puede ser verdad, pero no hay que echar tierra a su iniciativa de realizar un plan de igualdad en Educación preponderando sólo los errores cometidos sin alabanza ninguna a esta iniciativa.
Si la RAE considera una medida
artificial (o política), incluir a los hombres y las mujeres, puede que haya que hacer una profunda reflexión sobre su reforma, ya que su obsolescencia es evidente y está compuesta por mayoría de hombres. En dicho sentido ruego se consulten todas
las palabras relativas a la mujer en el diccionario de la RAE porque aún nos
siguen incluyendo en su diccionario como sexo débil mientras que al grupo de
los hombres se les denomina sexo fuerte. Y así sucesivamente... Entonces ¿dejamos las normas como están para que se perpetúe su aprendizaje?
El lenguaje configura el trato diferente que se da
a las mujeres y a los hombres. No es lo mismo decir mujer de la calle o mujer
pública que hombre de la calle u hombre público. La connotación del adjetivo es distinta al cambiar el sustantivo. El contenido que socialmente hemos atribuido a los adjetivos, requiere de una apuesta por el cambio en la comunicación igualitaria. En este sentido creo que el Gobierno
Andaluz ha realizado un esfuerzo que no es solamente político sino educativo y por
supuesto, requiere de menos críticas y más apoyo.
Las
palabras importan porque no es lo mismo hablar de la estupidez de los hombres
que de la estupidez de la humanidad.
Pregunta en su artículo el Sr. Caraballo “¿Por qué no pensar que la igualdad real que se persigue radica,
precisamente, en el uso del genérico en vez de la constante diferenciación y
oposición de sexos?” Y el mismo se
contesta “el lenguaje sexista, que existe, de la misma forma que existe un
sustrato machista en la sociedad española, no está en la estructura de una
frase, sino en el contenido de una frase. No es cómo se dice; es lo que se
dice.”
Pues bien, Sr. Caraballo, en mi opinión estoy de acuerdo en que el sustrato machista está ahí... latente en nuestros esquemas mentales. Pero discrepo con usted cuando pretende que no existe el machismo en las estructuras de una frase. El lenguaje sexista se manifiesta en el contenido y también en la forma, que incluye lo que no se menciona porque supone una invisibilización: Si algo no se nombra no existe. Si no se dice conductoras, constructoras, ingenieras de caminos, no se visibiliza su existencia en el Mercado de Trabajo. Si no se dice amo de casa, se seguirá invisibilizando y ridiculizando que hay hombres que lo ejercen, y esto se debe al machismo. En conclusión la forma también importa para el contenido y una cosa lleva a la otra.
Por otro
lado, si el Confidencial publica en otro artículo que los
hombres son más estúpidos que las mujeres, esto es sexismo de contenido
y es además sexismo social, el problema no es la estructura sino lo que se transmite como
valor: una desigualdad basada en las diferencias de género (aunque se apoye en teorías darwinistas o evolucionistas). De la misma forma ocurre cuando decimos que las mujeres conducen peor
que los hombres, porque también es sexismo social (machista por su contenido y con menos rigor científico que el anterior ejemplo).
Y luego está
el sexismo en las formas, al que usted no alude. Por ejemplo cuando decimos: “las diputadas
debatieron en el Congreso”, esto es una comunicación incorrecta si no tenemos en cuenta a los
hombres que también debatían ¿o es que sólo hablaban mujeres?. Sin embargo, el lenguaje
es tan excluyente que cuando decimos: “los diputados debatieron en el
Congreso” a muchas personas les sonará
colectivo y correcto. ¿Es innecesario cambiar las normas?. Yo creo que sí.
Como puede apreciarse
en el ejemplo el androcentrismo domina nuestro sistema lingüístico y el mensaje llega al receptor de manera diferente según cambiemos la palabra diputadas o diputados. Esta es la razón de que nombrar
a ambos sea lo correcto y aunque suponga un esfuerzo de tinta o saliva, hay que
corregirlo porque llevamos años hablando mal y emitiendo mensajes que llevan a
confusión. ¿Por qué le parece inaudible decir diputadas y diputados, hombres y mujeres?. Por el androcentrismo que hemos aprendido con
el lenguaje, lo nuevo siempre es extraño.
Dice Caraballo que “la corrección de género se ha instalado en un absurdo impracticable, un ejercicio de patetismo que provoca risas y convierte el lenguaje político en una jerga insufrible e inaudible”.
Aunque parezca baladí, el lenguaje
configura el pensamiento, por la forma de nombrar las cosas las excluimos.
La comunicación incluyente es
aquella que intenta añadir valor a las mujeres para visibilizarlas, para darles
el mismo valor que a los hombres. Pretende nombrar la realidad al completo,
porque nosotras formamos parte de ella.
Y si este impulso es un cambio importante de cultura impulsado
por Andalucía, bienvenido sea al margen de quien gobierne. Que parece que todo lo que se hace en
el sur hay que machacarlo, aunque se puede
hablar catalán, gallego, euskera hasta para solicitar un puesto de trabajo,
pero ahora resulta que en Andalucía no podemos aprender a dar ejemplo al alumnado con la
igualdad de género mediante la lengua.
La Junta de Andalucía lleva mucho tiempo trabajando por la coeducación y
visibilización de la mujer en la Historia.
Por lo tanto, considero inadecuadas las críticas al
plan de igualdad de la Educación y sobre todo a las medidas que intentan
conseguir un lenguaje incluyente. Además un plan no es una medida escrita sin más, se basa en una evaluación, y las acciones programadas son fruto de un análisis sobre al realidad.
En el sentido anterior, el
plan de igualdad de educación de Andalucía incluye actuaciones correctas y
que no se pueden criticar, pues lo que dice es que los equipos directivos deben
establecer directrices y actuaciones para asegurar la utilización de un
lenguaje no sexista en el centro (documentación del centro, recursos y
materiales didácticos, cartelería del centro, páginas web, comunicación con las
familias, etc.). ¿Qué tiene eso de malo, patético o de artificial?.
Las lenguas evolucionan como todo y
hay que adaptarse a lo nuevo
Un cambio de tecnología requiere
acostumbrarse, incluso aunque no nos guste, como posiblemente le haya
ocurrido a algunas personas con el móvil, el ordenador, etc. Así que el cambio de las normas del
lenguaje no sexista no es una pesadez, ni una utopía, es cuestión de costumbre.
Unas veces estaremos más acertados, y otras
menos, ya que no existe una fórmula mágica, es cuestión de tiempo y de acudir nuestro vasto
diccionario de sinónimos y sustantivos colectivos hasta que lo digamos de forma espontánea. No es dificultoso
referirse a hombres y mujeres, porque son dos colectivos, aunque nos cueste una
palabra más.
En conclusión no estoy de acuerdo con
Caraballo
Al señor Caraballo
le hace falta deconstruir varios prejuicios, el primero contra la Junta de
Andalucía, el segundo sobre el lenguaje inclusivo. Por último le invitamos a leer más sobre la construcción del género.
La única estupidez humana consiste
precisamente en los prejuicios ciegos y que provienen de una visión
androcéntrica del universo, que de
acuerdo con Cipolla, parece guiada en este caso por un periodismo que no apoya a la Coeducación.
Fuentes:
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